El obturador de mi cámara no paró. Quizo registrar cada rincón, cada color, cada contraste, cada línea, cada paisaje, cada detalle. Despues de dos tarjetas de 2 GB llenas, me senté frente a la compu, me serví una copa de vino chileno, obvio, y me puse a revivir el viaje de 10 días por el último país del continente Americano (o el primero, depende de la perspectiva).
Cuando llegué a la foto número 70, mi interlocutor quien no habia corrido con la misma fortuna de conocer la última esquina de América, al mismo tiempo que movia la copa en círculos como para hacer respirar el vino, me dijo:
"Están buenísimas las fotos, pero.. ¿y la gente?"
Seguí pasando las fotos, intentando acabar mi relato del viaje y buscando de forma muy discreta alguna foto que mostrara a la gente... Pero debo confesar que el 80% de ellas estaba formada por edificios, colores, paisajes urbanos, deterioro, detalles arquitectónicos, texturas, esculturas, obras de arte, letreros, remates, tipos de luz, de repente uno que otro personaje que se incorporaba al paisaje como si fuera una escultura. Mi interlocutor tenía razón, mi ojo se interesaba poco por el registro antropológico. Y esta selección visual la he realizado casi en todos mis viajes. Hay veces que hasta he pensado: "Si no tuviera gente...esta sería una foto maravillosa" e incluso le he pedido a mis amigos que formen una especie de valla humana para evitar que la gente circule en el momento de tomar la foto o me espero a que la calle quede vacía.
Yo creo que es un vicio de profesión. Mira que ir hasta el ultimo canto del continente para tomarle una foto a una pared devorada por la humedad iluminada con la luz rasante del atardecer...Yo hago fotos 100% de restaurador.