miércoles, 3 de marzo de 2010

¡¡Compro fierro viejo que venda!! Aunque sea un pedazo de una estatua del siglo XIX

La Feria de Lavradío es uno de los bazares de antigüedades de la Ciudad de Río de Janeiro. Se apodera de la calle de Lavradío, ubicada en el Río Antigüo en el Barrio de Lapa, lugar donde fue concebido el sabor, sazón y entraña del alma carioca (aunque algunos se empeñen en negarlo e intercambiarlo por los barrios de Ipanema o Copacabana).
En el tianguis uno encuentra de todo, muebles, ropa, juguetes, botones, accesorios, bolsas, electrodomésticos; en fin, aquellos artículos que tuvieron a bien sobrevivir al paso del tiempo y continuar dentro de la cadena de consumo, reuso y resignificado. Lo particular de este lugar, es que el deleite sólo ocurre el primer sábado de cada mes y que después de agotar el ojo, la cartera o los pies, uno puede sentarse a comer una deliciosa feijoada (plato típico brasileño hecho a base de frijol, carne y arroz) y una cerveza escuchando un buen chorinho.
Sin embargo, mi última visita a la Feria de Lavradío fue cautivada por la cantidad de objetos de metal que vi en las misceláneas arqueológicas de los comerciantes. Reconocí dentro de sus colecciones remates de bronce, parte de patas de caballo, alas que seguramente pertenecieron a alguna ave o querubín, bases de algun farol de la calle, cercas de bronce. Tenía ante mis ojos una serie de elementos derivados de la depredación al patrimonio cultural carioca. Cuando pregunté la procedencia de dichos objetos, todos se reservaron la información probablemente porque pensaron iban a perder a un cliente.
Resulta que desde hace más de 5 años, en la ciudad de Río de Janeiro, cada 15 días alguien se roba un pedazo de algún monumento histórico. La Fundación de Parques y Jardines que es la responsable por la protección, mantenimiento y seguridad de plazas, parques, jardines, glorietas, alamedas, etc. ha declarado estado de alerta ante esta situación. Pero los robos no han parado. Algunas piezas son robadas sólo para ser vendidas en el mercado de fierros viejos, sin la menor noción de su valor histórico, pero algunas paran en el mercado negro o en ferias de antigüedades que aparentemente son inofensivas.
El periódico O Globo de circulación nacional hizo un reportaje al respecto, pero parece que es imposible identificar a los responsables y fuera de reforzar la seguridad de plazas y parques, no ha habido propuestas concretas de soluciones viables. (ver http://www.rioecultura.com.br/materias/materia.asp?materia_cod=8)
Pero el asunto aqui es una cuestión de políticas públicas y estratégias de protección al patrimonio cultural. Es evidente una falta de vigilancia por parte de las autoridades, pero tambien de apropiación de los espacios por parte de la sociedad civil. Los monumentos históricos han dejado de significar, algunos de ellos se han convertido en materia de saqueo por su valor, mínimo en la mayoría de los casos, económico en el mercado de fierros viejos. Pero a veces para ese fierrero vale más la armadura de una cama, una parrilla o una televisión, que la pata del caballo de Don Pedro. A esto se suma el abandono de dichas plazas y jardines, la gente no camina, ni pasea más por sus glorietas, porque no siente que el espacio le pertenece. Para que las estatuas de bronce realizadas en siglos pasados sobrevivan a la realidad urbana, es fundamental, no solo garantizar su estado material, sino diseñar políticas que trabajen con la resignificación y valoración de dichos espacios. Es importante que el ciudadano reincorpore el patrimonio cultural a sus actividades diarias, su cotidiano y lo haga parte de sus hábitos.